Cómo duelen algunas despedidas, pero qué necesarias son.
Cuando llegas al punto que cualquier tontería es un motivo para marcharte, justo en ese momento es hora de irse.
Cuando cualquier cosa te hace daño, es el momento. Es justo cuando estás a dos pasos de la locura, de querer quedarte pero no saber cómo...
Hay que aceptar que quererse nunca es suficiente.
Que tal vez te quieran,
pero no del modo que te mereces.
Que te quieran mucho,
pero que te quieran mal.
Y tú últimamente haces daño, y ya te dije que yo no sería capaz de quedarme en un sitio que me está destrozando.
Ni quiero ni puedo.
Sólo espero que encuentres a alguien a quien poder querer a tu manera.
Sería muy fácil echarte la culpa de todo y decir que nunca me has querido, pero no es cierto, tus ojos gritaban te quieros, pero te pierde la boca.
Y no, no puedo seguir en un sitio donde me siento mal, donde me siento sola.
Y por eso creo que es mejor que separemos nuestros caminos, ahora que todavía nos quedan fuerzas para andar.
Los dos sabemos que nos echaremos de menos y es normal, han sido muchísimos ratos buenos en muy poco tiempo.
Pero cuando llega el punto de estar por estar, es momento de irse. Simplemente, cuando dudas en si quedarte o salir corriendo, debes salir corriendo.
Y es mejor marcharse cuando todavía hay un poco de luz al final del túnel, porque lo de estar por estar, estar por rutina, ya sabes que no va conmigo.
Ya sabes eso que dicen de la gota que colma el vaso y yo llevaba demasiado tiempo bebiendo para que el vaso no estuviese lleno, pero me emborraché de mentiras. Y no, a mi me haces daño una vez, dos y tres si te quiero mucho, pero a la cuarta salgo corriendo.
Porque cuando empecé a quererte a ti, llevaba tiempo queriéndome yo, porque yo soy la única persona que estaré conmigo siempre.
Recuerda que me voy porque me quiero, porque te quiero y por eso dueles.
Solo lee y sonríe.
Una retirada a tiempo también es una victoria.
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