Hay miedos tan simples como desnudarse ante un extraño, miedo con los que uno aprende a ir conviviendo. Hay miedos hechos de inseguridades, miedo a quedarnos atrás, miedo a no ser lo que soñamos, a no dar la talla, miedo a que nadie entienda lo que queremos ser. Hay miedos que nos va dejando la conciencia, el miedo a ser culpables de los que les pasa a los demás, y también el miedo a lo que no queremos sentir, a lo que no queremos mirar, a lo desconocido, como el miedo a la muerte, a que alguien a que queremos desaparezca. Hoy he escuchado en la tele que 'la felicidad es la ausencia del miedo' y entonces, me he dado cuenta de que, últimamente, yo ya no tengo miedo.
¿Que qué haría?¿está claro, no? Me armaría de valor y te diría que hubiese roto con todo lo que nos impedía permanecer juntos: con la distancia, la lluvia, las malas rachas, los celos...Te diría que ni un solo día he dejado de quererte, que ni un solo día he dejado de pensar en ti, que siempre has estado conmigo. Que me moría con tus 'buenas noches pequeña' y revivía con tus 'buenos días princesa.' Que odio no tenerte cerca y que no me hayas llamado, pero sobre todo, que odio no poder odiar(te), porque no te odio ni siquiera un poco, nada en absoluto.