Solo lee y sonríe.

Que hay gente que realmente lo ha perdido todo, menos la sonrisa.

¿Cuántas veces he pensado que esto no vale la pena?
Que las lágrimas han vencido a la sonrisa,
y a mi también.
¿Cuántas veces derrotada y sin ganas de seguir?
¡Cuánta tontería!
Que hablen del dolor los que han perdido a una madre,
los que ya no tienen sueños,
ni ninguna ilusión por muy pequeña que parezca.
Yo hablaré de lo jodida que estoy cada vez que puedo.
Que parece que me muero con cada desilusión,
pero ya van tres y sigo viva.
Hablaré de lo mucho que me molesta un "ok" en una conversación,
o que no me respondan a tiempo.
Mientras hay mujeres que están siendo maltratadas
y recibiendo una puñalada en este mismo instante.
Hablar de lo poco que me gustan las lentejas,
mientras hay gente que se muere de hambre.
Diré que mi vida es una mierda,
que no vale la pena vivirla.
Aun sabiendo que tengo motivos suficientes
para seguir en ella.
Que hay gente que realmente lo ha perdido todo,
menos la sonrisa
, que es lo único que les queda.
Diré que mi vida no tiene sentido,
aun sabiendo que tengo a la mejor madre del mundo
y a los peores amigos que te puedas imaginar,
pero que siempre van a estar conmigo.
Pero me empeñaré en pensar que estoy sola
y que nunca me va a querer nadie.
En realidad creo que todos somos un poco masocasy nos gusta quejarnos.
He visto a mi madre secarse las lágrimas
y sonreír frente a la vida.
He visto a mi abuela enterrar al hombre
que le regaló su vida durante setenta años.
He visto las lágrimas de mi padre
al ver morir a su hermana y justo después de eso,
dedicarme una sonrisa para hacerme creer que todo iba bien.
He visto a gente dormir en la calle,
he visto a gente que no tenía un plato que llevarse a la boca.
Y a pesar de eso, yo me quejo.
Me quejo de que el amor de unos meses me deje tirada,
me quejo por no tener un apartamento en la playa
donde ir con mis amigos,
me quejo por no tener el doble del dinero que tengo
para gastármelo en lo que quiera.
Qué gilipollas.
Que hay gente que daría su vida
por tener la mitad de la mía.
Por tener a los mejores borrachos a su lado.
Por tener a una familia envidiable a pesar de todo.
Por tener a alguien que soporta mis malos ratos,
aunque la mitad los provoque ella.
No tengo treinta amigos en cada mano,
de hecho, me sobran los dedos de una para contarlos,
pero son el mejor equipaje
para este camino lleno de curvas.
No tengo una mansión para vivir,
ni un ferrari en el que pasearme,
pero cuando llueve no me mojo,
y hay mucho más amor en esta casa,
que en la de cualquier otra persona.
Si de algo sirve escribir
es para darte cuenta de lo que tienes.
De lo idiota que eres
al llorar por un capullo
que no merece ni tu sonrisa.
Hay que darle gracias a la vida por todo lo que tienes,
y también, por lo que has perdido,
que ya sabes que todo pasa por algo.
Y ahora,
si tienes cojones, di que tu vida es una mierda,
que estás solo.
Pero acuérdate de esa gente que ha recibido
más palos que alegrías y aun así no han abandonado.
Esos héroes que nos devuelven la vida
al ver su risa después de tantas lágrimas.
Esos héroes que les sonríes a los problemas,
que en lugar de decir “qué puta es la vida”,
se la follan.
Que siguen adelante a pesar de todo.

y me remoto a contar que hay cicatrices que esconden mejores historias que algunos libros.

Como esos que no se atrevían a quererse
porque siempre que lo intentaban
terminaban escribiendo cosas tristes
sobre amor de madrugada.
Como nosotros.
Y qué podemos hacer, sólo dedicarnos a esperar,
que muchas veces es otra forma de alejarse.
Qué podíamos hacer, sino soñarnos por las noches,
y también, incluso cuando despertábamos.
Esa era nuestra rutina, nuestra bonita forma de morir.
No preguntes.
Sólo se que muchas veces
estuve a punto de decirle “te quiero”,
pero luego pensaba
que exponerse de esa forma
podría ser peligroso,
sobre todo por eso de que
hay personas que toman
las declaraciones de amor
como una declaración de guerra.
Así que me callaba
y le preguntaba cómo estaba,
por si había suerte y me decía que,
sin mí, no demasiado bien.
Nunca hubo suerte.
Y nos alejamos,
con esa horrible sensación
de perder algo que nunca has tenido,
y es que,
si no le perdí a él,
sí que me perdí a mi.
Y esto es algo que muy poca gente entiende.
Pero yo estaba acostumbrada a perder,
siempre perder.
Siempre,
como aquel que nunca aprendió
a dejar de llorar con las despedidas.
Y recuerdo
cuando no estábamos tan lejos
y aún, al mirarte,
al mirarnos,
te brillaban los ojos
como si fuésemos a salvarnos.


[y llegaba a casa pensado que, ojalá fueras tu quien viniera a abrazarme, a sabiendas de que sólo te dejaría hacerlo a ti.]