Solo lee y sonríe.

y no me arrepiento de haber querido darlo todo por ti.

+ Sentada en un parque con diez años me hice una herida a mi misma en el brazo con la inicial del chico que me gustaba. Me levantaba la costrilla todos los días para que me dejase cicatriz y así, no olvidarlo nunca. Juraba que era el amor de mi vida.
- Bueno, como todos los críos, ¿no?
+ No, como todo el mundo. El primer amor y el último se sienten igual, eso es lo que se tarda en entender.
- Ya, ¿y cuándo te diste cuenta tú?
+ Pues cuando dejé de rascarme. Llega un día en el que te das cuenta de que en esa pareja solo  quedas tú y que lo único que te ata a él es esa herida y que haciéndola sangrar no mantienes  vivo su recuerdo, si no el dolor de la pérdida.


No me habléis de catástrofes si no le habéis visto llorar,
ni de ternura si no le habéis abrazado,
mientras le sentíais frágil,
acojonado por el signo de interrogación
que le late en el pecho.
O todos los interrogantes
que le cuelgan de los lacrimales
y todos esos miedos,
en forma de dudas existenciales.

Me enamoré de él justo por eso.
Por la forma que tenía de ver la vida
y porque era capaz de reconstruir con caricias.
Me enamoré de él
por su manera de convertirse en ruinas
y a la vez,
resurgir con una simple sonrisa.

Estaba claro que era especial.
Escondía magia en la punta de los dedos,
en los ojos, y en la garganta.
Porque podía hacer desaparecer
el mundo entero
o desdibujar tristezas
simplemente, con aparecer por la puerta.

Me enamoré de él
porque sabía como hacerme sentir grande,
y a la vez pequeña.
También por todas la cicatrices
que enseñaba sin reparo
de que alguien, por eso,
pudiese juzgarlo.

Tenía la palabra poesía
en los labios.
Y cada vez que me miraba,
sabía que podríamos rimarnos.

Soñaba con versarlo
y poder amarnos entre metáforas,
que es como lo hacen
todas esas historias con afán de ser inmortales.

Pero teníamos el infinito en contra,
que es la cantidad de números que existen
camuflados en palabras como:
edad, tiempo, o distancia.

Así que nos tocó
(olvi)dárnoslo todo.
Y él, para empezar,
se llevó mi vida.
Y para acabar,
se llevó también
toda la poesía.

Contigo, pero no tuya.

Aquí tienes todo lo que me diste, puedes quedártelo.
Empieza por tu recuerdo que es lo que más duele,
puedes quedarte todas las veces que no confiaste en mi.
Todos tus celos, tus historias sin sentido y tus estúpidas cadenas.
Devuélveme mi libertad y todo lo que perdí por estar a tu lado.
Devuélveme todos los momentos que no pude vivir por tus enfados,
tus tonterías.
Devuélveme el orgullo que perdí cada vez que te pedí perdón,
aun sin tener la culpa.
Por todas las veces que te dije lo siento,
cuando ni siquiera tenías razón.
Al final dejé de ser yo por querer ser nosotros,
pero no se puede amar con miedo,
con condiciones,
y sobre todo,
no se puede amar con cadenas.
Te lo dije, mi vida es mía,
hago lo que quiero y cuando quiero.
Y si no hago algo es porque no quiero,
no porque alguien tenga el poder de prohibírmelo.
¿Entiendes la diferencia?
No necesito que me digas que no te falle,
soy mayorcita ya para saber que si la cago te pierdo,
y no quería eso, pero te empeñaste en desconfiar,
en prohibir, en hacer todo siempre al revés.
Y así no se puede.
Entiendo que en el pasado te han jodido,
que confiaste y te fallaron.
Pero los dos veníamos con el corazón roto y,
aun así yo decidí confiar aun sabiendo que podría
volver a pasarlo mal.
Pero tu no,
decidiste enterrarte en tu mundo,
en tus celos, en el miedo a perderme,
y me perdiste por eso,
por intentar que nos unieran cadenas.
Yo siempre he sido de que nos unan sentimientos,
que te prometo que son mucho más fuertes
que tus estúpidos lazos.
Debiste entender que amar para mí,
es ser libre,
y aun así querer ir a dormir a la misma cama
todas las noches.
Pero decidiste amar con normas,
con condiciones, y no,
no quiero ser presa de una promesa.
No quiero estar encerrada.
Que yo no te quiero para mí,
que te quiero conmigo.
Que me quiero libre,
y te quiero libre conmigo.
Quiero que tengas el poder de decidir
con quien quieres estar en cada momento.
Quiero salir un sábado por la noche
sin que la consecuencia sea una discusión.
Quiero que seamos independientes,
pero tengamos la necesidad de estar juntos,
no la obligación.
Quiero volver a ser mía,
volver a ser libre.
Volver a volar alto,
y si quieres me acompañas,
pero no me pidas que me quede en tierra
porque tu tengas miedo a las alturas.
Si quieres te doy la mano y vuelas conmigo.
Pero nunca vuelvas a intentar
cortarme las alas.
Nunca.