Una vez le pregunta a Lewis Hine, un fotógrafo de guerra: ¿por qué había elegido esa profesión?
Él contestó que si pudiese contar con palabras todo lo que veía no necesitaría cargar todo el día con una cámara de fotos.
Que ciertos momentos de belleza, desolación, de horror y de heroísmo, estaban más allá de las palabras.
Yo también lo creo, hay cosas que no podemos explicar con simples palabras. Sentimientos como el amor y el compromiso, o sensaciones como volver a abrazar a un amigo o como reencontrarte con alguien que hace tiempo que no veías. Quizás por eso nuestra vida se compone de imágenes, momentos congelados en el tiempo para siempre. De días de primavera, verano, otoño e invierno. En tu ciudad o visitando otras ciudades. Sólo o en compañía. Con tus amigos o con tu familia, o incluso con un grupo de gente que acabas de conocer pero pronto serán importantes para ti. De la primera vez que haces algo o de la última. Del primer día de año o el último. El día de papá Noel, reyes o el de tu cumpleaños.De decisiones que cambian sin remedio el rumbo de las cosas, de nuestros primeros pasos, nuestro primer beso, la primera vez que vemos a alguien. De fotografías fijas guardadas en la memoria. Que nos recuerdan cada segundo lo bonito que es vivir.