Solo lee y sonríe.

Una retirada a tiempo también es una victoria.

Cómo duelen algunas despedidas, pero qué necesarias son.
Cuando llegas al punto que cualquier tontería es un motivo para marcharte, justo en ese momento es hora de irse.
Cuando cualquier cosa te hace daño, es el momento. Es justo cuando estás a dos pasos de la locura, de querer quedarte pero no saber cómo...
Hay que aceptar que quererse nunca es suficiente.
Que tal vez te quieran,
pero no del modo que te mereces.
Que te quieran mucho,
pero que te quieran mal.
Y tú últimamente haces daño, y ya te dije que yo no sería capaz de quedarme en un sitio que me está destrozando.
Ni quiero ni puedo.
Sólo espero que encuentres a alguien a quien poder querer a tu manera.
Sería muy fácil echarte la culpa de todo y decir que nunca me has querido, pero no es cierto, tus ojos gritaban te quieros, pero te pierde la boca.
Y no, no puedo seguir en un sitio donde me siento mal, donde me siento sola.
Y por eso creo que es mejor que separemos nuestros caminos, ahora que todavía nos quedan fuerzas para andar.
Los dos sabemos que nos echaremos de menos y es normal, han sido muchísimos ratos buenos en muy poco tiempo.
Pero cuando llega el punto de estar por estar, es momento de irse. Simplemente, cuando dudas en si quedarte o salir corriendo, debes salir corriendo.
Y es mejor marcharse cuando todavía hay un poco de luz al final del túnel, porque lo de estar por estar, estar por rutina, ya sabes que no va conmigo.
Ya sabes eso que dicen de la gota que colma el vaso y yo llevaba demasiado tiempo bebiendo para que el vaso no estuviese lleno, pero me emborraché de mentiras. Y no, a mi me haces daño una vez, dos y tres si te quiero mucho, pero a la cuarta salgo corriendo.
Porque cuando empecé a quererte a ti, llevaba tiempo queriéndome yo, porque yo soy la única persona que estaré conmigo siempre.
Recuerda que me voy porque me quiero, porque te quiero y por eso dueles.

Querida yo.

Querida yo, de hace tres años:
Estás a punto de encontrar al amor de tu vida. Intenta que no se note demasiado el tamaño de ese universo que te hace sentir en la tripa, podría asustarse antes de tiempo.
Ten paciencia y saborea cada momento, aún os queda tiempo y tienes que memorizar cada detalle, cada gesto, su voz, su manera de dormir, su poca paciencia al despertarse.
Vas a cambiar de vida y ciudad por él y nunca vas a arrepentirte de ello.
Puedes avanzar sin miedo.
Te hará sentir que has nacido para crecer a su lado; que a su lado, cualquier ciudad se para y pone en rojo sus semáforos para que le robes uno de esos abrazos por la espalda que tanto le gustan. Hazme caso, róbale todos los que puedas.

Queda poco tiempo. Empezarás a pasar cosas por alto. Te repetirás a tí misma que él es así, y en fondo sabrás que eso no es una excusa para ser así. Pasarán los meses y cada mañana apretarás un poco más esa venda en los ojos que tú misma te pones.
Ojalá pudiera decirte que los abras.
Que todo empieza a ser distinto, que ese mensaje en el móvil no es de una amiga.
Que te prepares,
que no va a ser fácil
desmentir
cada mentira.

Querida yo, de un día muy concreto:
Esta noche vas a conocer un ángel y no te preocupes si aún no ves sus alas.
Te prometo que sabe volar y te cogerá en plena caída cuando pase lo que está a punto de pasar.
Se presentará como "música".

Querida yo, una noche de invierno:
Estás a punto de perder al amor de tu vida.
Tranquila, no lo era.
Pero respira, eso no significa que no vaya a doler.
Vas a acurrucarte y a dejar que te abracen.
Vas a meterte el dedo en la llaga porque necesitas curar y cerrar bien la herida.
No tengas prisa, no intentes volver a colocarte el corazón aún, cortará durante un tiempo.
La angustia pasará antes de lo que piensas, te lo prometo.
Bebe algo y duerme un poco.
La cuarta noche va a ser la peor, pero la quinta será la primera buena.
Y te lo digo yo, que vengo del futuro y mentirte a tí sería mentirme a mí.
Que no volverás a despertarte pensando en él.
¿Estás ya mejor? Tienes buena cara.
Hoy vas a levantarte y en frío vas a querer borrar todas sus fotografías.
Hazlo, nunca te has arrepentido de eso.
Tira a la basura todo lo que te haga daño y no apartes la mirada hasta ver cómo el camión la recoge y se la lleva.

Querida yo, de ahora:
Deja ya de leer.
La única que te persigue eres tú misma y deberías dejarte alcanzar para volver a ser quién eras. Vas a sentirte perdida y eso no es malo, ni se te ocurra pensarlo.
No siempre hay que estar bien, no siempre hay que sonreír, no siempre hay que saber quién eres.
A veces es necesario salir a la calle con armadura pero también hay que saber cuándo y frente a quién quitársela.

Querida yo, de mañana:
Espero que hayas vuelto a equivocarte, espero que hayas aprendido que lo bonito de las caídas es el paisaje y no la ostia.
Espero que sigas buscando al amor de tu vida con la misma ingenuidad con la que pensaste haberle encontrado una vez.
Espero que nadie te haya vuelto a quitar la sonrisa, que como dice mamá: Primero tú, luego los demás.

me echaba de menos.

Ahora que al fin te fuiste me he dado cuenta de muchas cosas.
Por ejemplo, de que hacía mucho que ya no estabas, aunque nos empeñásemos en fingir. También he comprendido que tal vez dejé de quererte hace mucho, justo cuando dejamos de ser nosotros, tal vez estaba enganchada al dolor que provocabas y no a ti. Tal vez me acostumbré a decir te quiero y ya ni siquiera lo sentía.
Me he dado cuenta ahora, cuando ya no estás y ni si quiera me siento sola sin ti. Por eso ya no dueles. No sabes lo mucho que has tenido que sangrar para que ahora pueda decir esto, que la herida está cerrada.

Has dolido,
como nadie,
como nunca pensé
que nadie pudiese dolerme,
pero ahora estoy bien,
y por eso puedo decirte
que gracias a tu ausencia,
he conocido a una persona
que me quiere,
que me entiende
y que valora todo
lo que tú
no has sabido valorar.
Y esa persona soy yo.
Te he perdido y
me he encontrado.
Has merecido la pena
sólo por eso.

Esta vez
soy yo la que se despide,
la que dice adiós,
y yo no soy como tú,
a mi me cuesta más
irme de un lugar,
pero si me voy
no me volverás a ver.

Pero todo cambia si cambias tú, y cambiaste. O tal vez fui yo que nunca te conocí o nunca quise ver esa parte de ti.
Tal vez fue eso, no hay más ciego que el que está enamorado.
Sea como sea, aquí estamos, al borde de una despedida, de la última despedida. De un adiós que tal vez llega demasiado tarde.
Demasiado daño.
Ojalá te hubieses ido antes, justo antes de partirme en dos.
Pero gracias a eso, ahora no dueles.
Has hecho tanto daño antes de irte, que ahora sólo queda paz. La paz de haber puesto todo de mi parte, de saber que hice todo por que esto saliese bien.
Pero a ti no se te dan bien los finales felices.
Hiciste tanto ruido antes de marcharte, que ahora adoro este silencio que has dejado.
Ojalá sigas haciendo todo del revés, así será todo mucho más fácil.
No vamos a negar que esta vez hemos perdido los dos: yo te eché de menos cuando aún estaba contigo, pero no dudes que pronto lo harás tú, cuando te des cuenta que puede que te quieran mejor, más no sé puede.
Y entonces será tarde, muy tarde.
Y a mí, al menos, me quedará la tranquilidad de haberlo intentado, el recuerdo de que un día te quise de verdad, la fuerza de cuando decidiste marchar.
A ti no te quedará nada,
y cuando la soledad sea
quien se acueste en tu cama,
te acordarás de mí
y entonces entenderás
por qué ya no te quiero.
Tal vez ahora entiendas
que si no quiero que vuelvas
es porque
hace mucho que te fuiste,
y el que se fue una vez,
nunca vuelve del todo.
Para la próxima vez
recuerda que tienes
que darte cuenta
de las cosas
antes de perderlas.
Que te vaya bonito.

Cuenta conmigo.

Hay (c)osas que pasan, simplemente pasan. Sin planearlas, sin pensarlas, sin tener ni la más mínima idea de que esa cosa te puede cambiar la vida, y cuando digo cosa me refiero a persona, y cuando digo persona, me refiero a ti.
Que llegaste sin previo aviso, sin decirme que ibas a insta(l)arte en mi vida y que te quedarías a vivir en ella, es más, que serías una gran parte de ella.
Si lo hubiese sabido, tal vez, me hubiese asustado. Pero a veces, llega alguien, llegas tú, y me enseñas que vale la pena luchar por aquello que vale la pena tener. Y rompes todas las barreras, todos los peros que nos puso el camino, y te quedas.
Te quedas a pesar de todo y ojalá, ojalá no te vayas nunca.
Llegaste en el mejor momento y lo más importante, se que vas a estar en los peores, en todas esas veces que quiera tirar la toalla y cuando ni yo misma encuentre motivo para s(o)nreír.
Tal vez es momento de decirte que te quiero se queda muy corto, demasiado.
No puedo prometerte que te haré feliz, porque no se me da bien. Pero estaré contigo cuando estés triste, cuando tengas ganas de mandar todo a la mierda, cuando el mundo se te quede pequeño y la distancia sea demasiado grande.
Porque cuando quieres, cua(n)do quieres de verdad no hay excusas. No hay obstáculos. No hay barreras. Y si las hay, las saltamos y que le den por culo al mundo.
Ya no se si eres la causa de mis sonrisas o la consecuencia de ellas, pero sea como sea, no se me ocurre mejor casualidad que la nuestra. Y ojalá todo el mundo encontrase en alguien, aquello que yo encontré en ti en su momento. Alguien a quien poder decirle "para siempre" sin miedo, sin dudas. Y es jodido, porque hasta un "para siempre contigo" me parece muy poco tiempo. Cuenta conmigo ahora y, sobre todo, siempre.

y no me arrepiento de haber querido darlo todo por ti.

+ Sentada en un parque con diez años me hice una herida a mi misma en el brazo con la inicial del chico que me gustaba. Me levantaba la costrilla todos los días para que me dejase cicatriz y así, no olvidarlo nunca. Juraba que era el amor de mi vida.
- Bueno, como todos los críos, ¿no?
+ No, como todo el mundo. El primer amor y el último se sienten igual, eso es lo que se tarda en entender.
- Ya, ¿y cuándo te diste cuenta tú?
+ Pues cuando dejé de rascarme. Llega un día en el que te das cuenta de que en esa pareja solo  quedas tú y que lo único que te ata a él es esa herida y que haciéndola sangrar no mantienes  vivo su recuerdo, si no el dolor de la pérdida.


No me habléis de catástrofes si no le habéis visto llorar,
ni de ternura si no le habéis abrazado,
mientras le sentíais frágil,
acojonado por el signo de interrogación
que le late en el pecho.
O todos los interrogantes
que le cuelgan de los lacrimales
y todos esos miedos,
en forma de dudas existenciales.

Me enamoré de él justo por eso.
Por la forma que tenía de ver la vida
y porque era capaz de reconstruir con caricias.
Me enamoré de él
por su manera de convertirse en ruinas
y a la vez,
resurgir con una simple sonrisa.

Estaba claro que era especial.
Escondía magia en la punta de los dedos,
en los ojos, y en la garganta.
Porque podía hacer desaparecer
el mundo entero
o desdibujar tristezas
simplemente, con aparecer por la puerta.

Me enamoré de él
porque sabía como hacerme sentir grande,
y a la vez pequeña.
También por todas la cicatrices
que enseñaba sin reparo
de que alguien, por eso,
pudiese juzgarlo.

Tenía la palabra poesía
en los labios.
Y cada vez que me miraba,
sabía que podríamos rimarnos.

Soñaba con versarlo
y poder amarnos entre metáforas,
que es como lo hacen
todas esas historias con afán de ser inmortales.

Pero teníamos el infinito en contra,
que es la cantidad de números que existen
camuflados en palabras como:
edad, tiempo, o distancia.

Así que nos tocó
(olvi)dárnoslo todo.
Y él, para empezar,
se llevó mi vida.
Y para acabar,
se llevó también
toda la poesía.

Contigo, pero no tuya.

Aquí tienes todo lo que me diste, puedes quedártelo.
Empieza por tu recuerdo que es lo que más duele,
puedes quedarte todas las veces que no confiaste en mi.
Todos tus celos, tus historias sin sentido y tus estúpidas cadenas.
Devuélveme mi libertad y todo lo que perdí por estar a tu lado.
Devuélveme todos los momentos que no pude vivir por tus enfados,
tus tonterías.
Devuélveme el orgullo que perdí cada vez que te pedí perdón,
aun sin tener la culpa.
Por todas las veces que te dije lo siento,
cuando ni siquiera tenías razón.
Al final dejé de ser yo por querer ser nosotros,
pero no se puede amar con miedo,
con condiciones,
y sobre todo,
no se puede amar con cadenas.
Te lo dije, mi vida es mía,
hago lo que quiero y cuando quiero.
Y si no hago algo es porque no quiero,
no porque alguien tenga el poder de prohibírmelo.
¿Entiendes la diferencia?
No necesito que me digas que no te falle,
soy mayorcita ya para saber que si la cago te pierdo,
y no quería eso, pero te empeñaste en desconfiar,
en prohibir, en hacer todo siempre al revés.
Y así no se puede.
Entiendo que en el pasado te han jodido,
que confiaste y te fallaron.
Pero los dos veníamos con el corazón roto y,
aun así yo decidí confiar aun sabiendo que podría
volver a pasarlo mal.
Pero tu no,
decidiste enterrarte en tu mundo,
en tus celos, en el miedo a perderme,
y me perdiste por eso,
por intentar que nos unieran cadenas.
Yo siempre he sido de que nos unan sentimientos,
que te prometo que son mucho más fuertes
que tus estúpidos lazos.
Debiste entender que amar para mí,
es ser libre,
y aun así querer ir a dormir a la misma cama
todas las noches.
Pero decidiste amar con normas,
con condiciones, y no,
no quiero ser presa de una promesa.
No quiero estar encerrada.
Que yo no te quiero para mí,
que te quiero conmigo.
Que me quiero libre,
y te quiero libre conmigo.
Quiero que tengas el poder de decidir
con quien quieres estar en cada momento.
Quiero salir un sábado por la noche
sin que la consecuencia sea una discusión.
Quiero que seamos independientes,
pero tengamos la necesidad de estar juntos,
no la obligación.
Quiero volver a ser mía,
volver a ser libre.
Volver a volar alto,
y si quieres me acompañas,
pero no me pidas que me quede en tierra
porque tu tengas miedo a las alturas.
Si quieres te doy la mano y vuelas conmigo.
Pero nunca vuelvas a intentar
cortarme las alas.
Nunca.

Que hay gente que realmente lo ha perdido todo, menos la sonrisa.

¿Cuántas veces he pensado que esto no vale la pena?
Que las lágrimas han vencido a la sonrisa,
y a mi también.
¿Cuántas veces derrotada y sin ganas de seguir?
¡Cuánta tontería!
Que hablen del dolor los que han perdido a una madre,
los que ya no tienen sueños,
ni ninguna ilusión por muy pequeña que parezca.
Yo hablaré de lo jodida que estoy cada vez que puedo.
Que parece que me muero con cada desilusión,
pero ya van tres y sigo viva.
Hablaré de lo mucho que me molesta un "ok" en una conversación,
o que no me respondan a tiempo.
Mientras hay mujeres que están siendo maltratadas
y recibiendo una puñalada en este mismo instante.
Hablar de lo poco que me gustan las lentejas,
mientras hay gente que se muere de hambre.
Diré que mi vida es una mierda,
que no vale la pena vivirla.
Aun sabiendo que tengo motivos suficientes
para seguir en ella.
Que hay gente que realmente lo ha perdido todo,
menos la sonrisa
, que es lo único que les queda.
Diré que mi vida no tiene sentido,
aun sabiendo que tengo a la mejor madre del mundo
y a los peores amigos que te puedas imaginar,
pero que siempre van a estar conmigo.
Pero me empeñaré en pensar que estoy sola
y que nunca me va a querer nadie.
En realidad creo que todos somos un poco masocasy nos gusta quejarnos.
He visto a mi madre secarse las lágrimas
y sonreír frente a la vida.
He visto a mi abuela enterrar al hombre
que le regaló su vida durante setenta años.
He visto las lágrimas de mi padre
al ver morir a su hermana y justo después de eso,
dedicarme una sonrisa para hacerme creer que todo iba bien.
He visto a gente dormir en la calle,
he visto a gente que no tenía un plato que llevarse a la boca.
Y a pesar de eso, yo me quejo.
Me quejo de que el amor de unos meses me deje tirada,
me quejo por no tener un apartamento en la playa
donde ir con mis amigos,
me quejo por no tener el doble del dinero que tengo
para gastármelo en lo que quiera.
Qué gilipollas.
Que hay gente que daría su vida
por tener la mitad de la mía.
Por tener a los mejores borrachos a su lado.
Por tener a una familia envidiable a pesar de todo.
Por tener a alguien que soporta mis malos ratos,
aunque la mitad los provoque ella.
No tengo treinta amigos en cada mano,
de hecho, me sobran los dedos de una para contarlos,
pero son el mejor equipaje
para este camino lleno de curvas.
No tengo una mansión para vivir,
ni un ferrari en el que pasearme,
pero cuando llueve no me mojo,
y hay mucho más amor en esta casa,
que en la de cualquier otra persona.
Si de algo sirve escribir
es para darte cuenta de lo que tienes.
De lo idiota que eres
al llorar por un capullo
que no merece ni tu sonrisa.
Hay que darle gracias a la vida por todo lo que tienes,
y también, por lo que has perdido,
que ya sabes que todo pasa por algo.
Y ahora,
si tienes cojones, di que tu vida es una mierda,
que estás solo.
Pero acuérdate de esa gente que ha recibido
más palos que alegrías y aun así no han abandonado.
Esos héroes que nos devuelven la vida
al ver su risa después de tantas lágrimas.
Esos héroes que les sonríes a los problemas,
que en lugar de decir “qué puta es la vida”,
se la follan.
Que siguen adelante a pesar de todo.

y me remoto a contar que hay cicatrices que esconden mejores historias que algunos libros.

Como esos que no se atrevían a quererse
porque siempre que lo intentaban
terminaban escribiendo cosas tristes
sobre amor de madrugada.
Como nosotros.
Y qué podemos hacer, sólo dedicarnos a esperar,
que muchas veces es otra forma de alejarse.
Qué podíamos hacer, sino soñarnos por las noches,
y también, incluso cuando despertábamos.
Esa era nuestra rutina, nuestra bonita forma de morir.
No preguntes.
Sólo se que muchas veces
estuve a punto de decirle “te quiero”,
pero luego pensaba
que exponerse de esa forma
podría ser peligroso,
sobre todo por eso de que
hay personas que toman
las declaraciones de amor
como una declaración de guerra.
Así que me callaba
y le preguntaba cómo estaba,
por si había suerte y me decía que,
sin mí, no demasiado bien.
Nunca hubo suerte.
Y nos alejamos,
con esa horrible sensación
de perder algo que nunca has tenido,
y es que,
si no le perdí a él,
sí que me perdí a mi.
Y esto es algo que muy poca gente entiende.
Pero yo estaba acostumbrada a perder,
siempre perder.
Siempre,
como aquel que nunca aprendió
a dejar de llorar con las despedidas.
Y recuerdo
cuando no estábamos tan lejos
y aún, al mirarte,
al mirarnos,
te brillaban los ojos
como si fuésemos a salvarnos.


[y llegaba a casa pensado que, ojalá fueras tu quien viniera a abrazarme, a sabiendas de que sólo te dejaría hacerlo a ti.]